miércoles, 23 de marzo de 2016

Pérez de Arce ahondó en la polémica por dichos de Aylwin sobre la Unidad...





Entrevista en El
País a Patricio Aylwin: “El presidente se confiesa”




por Rocío Montes
(Santiago de Chile)
Publicado el 29 mayo,
2012 , en 
Opinión
27 de mayo de 2012

Junto al socialista Salvador Allende y al dictador Augusto Pinochet, Patricio
Aylwin Azócar es, probablemente, uno de los tres personajes más trascendentes
del pasado reciente chileno. Pero, a diferencia del médico y del militar,
célebres para bien y para mal en el mundo entero, este abogado de la Democracia
Cristiana (DC) es un político paradójico, que resulta difícil de encasillar en
un mundo de blanco y negro. Entre 1970 y 1973 fue enemigo de la izquierda: era
uno de los líderes de la oposición al Gobierno de la Unidad Popular de Allende.
El papel que desempeñó su partido en el golpe de Pinochet es, de hecho, una
discusión que renace cada cierto tiempo en Chile. Durante la dictadura, entre
1973 y 1989, fue enemigo de la derecha: convertido en uno de los líderes clave
de la oposición a Pinochet, fue uno de los artífices de la peculiar alianza
entre el centro y la izquierda, que permitió derrotar al dictador tras un
plebiscito. Fue la génesis de la Concertación.
En 1990, cuando
Chile era una nación de enemigos, la mayoría de los chilenos le encomendó a
Aylwin la tarea de ser el primer presidente democrático, después de 17 años. Y
desde La Moneda, con Pinochet todavía al mando del Ejército, lideró la
transición más compleja y exitosa de Latinoamérica, cuyo principal mérito fue “restablecer
una sociedad abierta y superar la pelea excluyente de unos y otros”
“Porque
es evidente que los chilenos se reconciliaron”
, afirma. Sin esa
administración fundacional, Chile sería distinto del país que es hoy.
“No es posible una
transición

exitosa sin la reconstitución

de la verdad”
Es otoño en
Santiago. El atardecer se deja sentir en el comedor de la casa de Aylwin, en
Providencia, un barrio tradicional, donde las construcciones de mitad del siglo
pasado poco a poco son reemplazadas por edificios. Junto aquí, desde 1956, con
su esposa, Leonor Oyarzún, con quien comparte 5 hijos, 17 nietos y 5 bisnietos.
Tenía 54 años
cuando Allende se quitó la vida en La Moneda; 71 cuando él mismo llegó a
presidente y 88 cuando Pinochet murió en una clínica de Santiago, en 2006.
Aylwin nació en 1918. En noviembre pasado cumplió 93 años.
Pregunta. ¿Hubiese
sido posible esa transición exitosa, sin la verdad sobre los muertos y
desaparecidos?
Respuesta. No
es posible una transición exitosa sin la reconstitución de la verdad. Y por
eso, un mes después del inicio de mi Gobierno, anuncié la formación de la
Comisión Rettig, para investigar las violaciones a los derechos humanos
.
Lo hizo pese a los
consejos de sus asesores, que le recomendaban prudencia. Tras nueve meses de
trabajo, el equipo concluyó que 2.296 personas habían muerto durante el régimen
militar. Luego, Aylwin pidió perdón en nombre del Estado de Chile, con la voz
quebrada, en un discurso por televisión que es parte de la memoria colectiva
del país. Eso no le gustó a Pinochet, que desconoció la verdad jurídica e
histórica del informe.
P. Usted
también fue cauto y siempre habló de “buscar la justicia en la medida
de lo posible”
.
R. Usé esa
frase, y la puse en práctica, con el fin de crearle conciencia a la gente de
que no era cuestión de que nosotros llegásemos y que al día siguiente hubiese
democracia para todos, sino que era un proceso. Y que este proceso seguía con
el exdictador de comandante en jefe del Ejército
.
A comienzos de los
años noventa, la justicia comenzó a abrir las primeras causas contra militares
y agentes de la dictadura. Sin embargo, dice: “No habría sido viable
juzgar a Pinochet. Habría dividido terriblemente al país e, incluso, puesto en
peligro la continuidad del Gobierno”
. ¿Pero era posible que lo llevara al
banquillo la justicia internacional, como pretendió el juez Baltasar Garzón
años después? “Los problemas de Estado se deben juzgar dentro del país”,
afirma.
P. Los
estudiantes chilenos que salieron a las calles en 2011, nacidos fundamentalmente
después del retorno a la democracia, son críticos con la transición porque
aseguran que se hicieron muchas concesiones.
R. No
cuesta nada decirlo después de que las cosas están hechas. Las críticas a la
transición son bonitas frases, pero prueban la ignorancia de lo que realmente
ocurrió y del proceso que vivió Chile
.
“Pinochet no fue un
hombre

que obstaculizara las

políticas del Gobierno

que yo encabecé”
Aylwin sale a
caminar por su barrio y, al ritmo de su paso todavía ágil, recita en silencio
los poemas de Calderón de la Barca, Rubén Darío y Amado Nervo. Los aprendió
hace décadas, cuando era un niño. Hoy los utiliza para ejercitar la
memoria. “Soy un viejo conservado, pero no conservador. Todavía me
siento bien…”
.
Hoy por hoy, está
retirado del mundo público y hace años que no concede entrevistas. Pero, es una
de aquellas figuras que, incluso desde el silencio, como el expresidente
español Adolfo Suárez, pareciera trascender el bien y el mal. Es la razón por
la que se le invoca en tiempos de crisis. Y en Chile, aunque las cifras
económicas ahora están perfectamente, la política y las instituciones
democráticas sufren graves problemas: de acuerdo con encuestas recientes, los
chilenos no tienen confianza en los partidos, ni en el Congreso, ni en los tribunales
ni en el Gobierno ni en la oposición. Y eso explica, en parte, el estallido
social de 2011.
En medio del clima
de crispación, el actual presidente chileno, Sebastián Piñera, convocó a Aylwin
a La Moneda, en diciembre. “Fui amigo de sus padres, por lo que tengo
una simpatía. Sin embargo, observo que no hay solidez en este Gobierno”
,
asegura el exmandatario sobre la Administración de derechas. “La UDI
está por un lado, la RN, por otro. Hay demasiadas diferencias entre los
partidos oficialistas. ¿Cuál es el proyecto? Me preocupa hacia dónde va el
país, bajo el liderazgo de Piñera. Es decir, cuáles son las grandes líneas
afirmadas por el presidente, planteadas en el Congreso y traducidas en
proyectos institucionales para poner en práctica una nueva visión del país”
.
¿Le falta relato, como dicen los analistas? “Yo no sé qué será. Pero…
¿cuál es el proyecto que representa Piñera? El piñerismo”
.
P. La
Concertación, la alianza de centro-izquierda que usted ayudó a fundar, tiene un
bajo apoyo ciudadano. ¿Tiene futuro ese pacto?
R. No he
pensado sobre esa materia. Sin embargo, un proyecto de sociedad que busque
democracia, justicia social, crecimiento económico, y que levante al país,
debiera tener como eje a la DC y al socialismo
.
El expresidente se
define como “un animal político” y señala que su oficio “es
una actividad difícil, pero indispensable”
. La sigue cotidianamente: se
despierta a las siete y su primera actividad diaria es recoger los periódicos,
para leerlos mientras desayuna. Después, realiza ejercicios en una salita (dos
veces a la semana, lo acompaña un quinesiólogo), cruza el patio trasero, se
instala en su oficina de una casa contigua y contesta correspondencia, con
lápiz y papel. Le gusta la lectura y en el verano no se despegó de Pinochet. La
biografía, obra del historiador Gonzalo Vial.
P. Usted que
lo conoció bien, ¿cómo era él?
R. Pinochet
tenía varias caras
.
El dictador se
quedó al mando de los militares durante todo el primer Gobierno democrático
(1990-1994). Y la relación entre el presidente y su subordinado —“usted es
mi jefe, yo le obedezco a usted”
, le dijo Pinochet, una vez— era
formalmente respetuosa. “Sabía hacerse el simpático, cuando quería. Era
socarrón y diablito, jugaba para su propio lado. Pero, Pinochet no fue un
hombre que obstaculizara las políticas del Gobierno que yo encabecé”
, dice
el veterano líder democristiano.
Sin embargo, ese
periodo estuvo marcado por la constante tensión y, como en el 23-F español, la
incipiente democracia se vio amenazada al menos en dos ocasiones. Al comienzo
de la dictadura, indica Aylwin,“Pinochet representaba, por una parte, orden,
seguridad, respeto, autoridad. Y, por otra, una economía de mercado que iba a
permitir la prosperidad del país. Esos fueron los dos factores definitorios, y
por eso Pinochet fue popular. Era un dictador, pero popular”
. En el
plebiscito de 1988, de hecho, obtuvo el 44,01% de los votos.
P. ¿Le
sorprendió cuando, en 2004, reventó el Caso Riggs y se descubrieron las cuentas
millonarias de Pinochet?
R. La
verdad es que a mí me sorprendió. Primero, porque nunca tuve antecedentes.
Segundo, porque, en la historia de Chile, ningún presidente había salido más
rico al finalizar su Gobierno. Y esto, desde el libertador Bernardo O’Higgins
hacia delante. El general Carlos Ibáñez fue dictador, pero no se enriqueció
.
“Allende demostró
que

no fue buen político.

Si lo hubiera sido,

no habría pasado

lo que le pasó”
¿Y Allende? ¿Cómo
era Salvador Allende? La Democracia Cristiana (DC), históricamente ha sido de
centro y, fundamentalmente, antiderechista. Sin embargo, entre 1970 y 1973,
durante el Gobierno socialista de la Unidad Popular, la colectividad realizó
una alianza táctica con la derecha y se opuso a Allende. En esos años, Aylwin
desempeñó un papel importante: “Fuimos adversarios, pero adversarios
bastante civilizados. Como presidente del Senado y luego del partido, me tocó
negociar directamente con Salvador Allende. Tuvimos conversaciones difíciles”
.
P. El
expresidente Eduardo Frei Montalva, ya fallecido, señaló en una oportunidad que
lo consideraba frívolo. ¿Comparte ese juicio?
R. No le
podría decir que Allende no era frívolo. Era muy simpático, atractivo. Tenía
una autoestima muy fuerte. Sabía convencer, era un muy buen argumentador. Y lo
hacía con el alma, le salía de dentro
.
P. ¿Usted cree
que era un buen político?
R. Allende
terminó demostrando que no fue buen político, porque si hubiera sido buen
político no habría pasado lo que le pasó
.
Ya han pasado casi
40 años del golpe de Estado, de 1973. El debate sobre las causas del quiebre
institucional, sin embargo, todavía son debatidas por políticos e
historiadores. Aylwin ha señalado que el talón de Aquiles de Allende fue
haberse convertido en rehén de los partidos de izquierda. Hoy en día, al
analizar el proceso, insiste en que “hizo un mal gobierno y que el
Gobierno cayó por debilidades de él y de su gente”
.
Hay quienes tienen
otras explicaciones: el Congreso estadounidense desclasificó en 1975 el Informe
Church, que indica que, en el contexto de la guerra fría, los norteamericanos
invirtieron mucho dinero entre 1963 y 1973 para evitar que Chile siguiera los
pasos de Cuba. Y lograron la desestabilización del Gobierno de Allende. Sin
embargo, Aylwin asegura: “El golpe se habría producido sin la ayuda de
Estados Unidos. Estados Unidos lo empujó, pero la mayoría del país rechazaba la
política de la Unidad Popular, eso era evidente”
.
P. Carlos
Altamirano, secretario general del PS en aquella época, publicó sus memorias
recientemente, y en el libro señala que su partido, la DC, tiene una “responsabilidad
histórica” e
n el golpe de Estado de 1973.
R. Carlos
Altamirano puede decir muchas cosas, pero, en el golpe de Estado, la DC no tuvo
ninguna participación. Eso puedo asegurarlo de manera absoluta, en conciencia.
Y yo fui durante todo el Gobierno de Allende parte de la dirección del partido.
Estuvimos interesados en cambiar la orientación del Gobierno de Allende, pero
no en derrocarlo. El golpe militar fue otra cosa
.
“Habría habido
golpe

sin ayuda de Estados

Unidos. El país rechazaba

la Unidad Popular”
P. “Nunca
Frei 
[Montalva] o Aylwin intentaron tirarle un salvavidas a
Salvador”
, ha dicho Altamirano.
R. Creo que
es una afirmación infundada. Yo diría que las actitudes demagógicas de Carlos
Altamirano hicieron más daño a Salvador Allende que las posiciones que pueda
haber tomado la DC. Él se esforzó por radicalizar el conflicto, y en eso,
indudablemente, la víctima fue el Gobierno
.
Aylwin
explica: “Allende no era el responsable de todo lo que su Gobierno
hacía. Sectores de PS, empezando por Altamirano, enturbiaban la convivencia
nacional, la relación entre La Moneda y la oposición, y no ayudaban en nada al
presidente. Practicaron la política de choque y de hechos consumados, no cabe
duda. El lema era
 ‘Avanzar sin transar’. Nunca nos miraron como
eventuales aliados. Para que triunfara el socialismo en Chile, había que
eliminar a la DC”
. El expresidente indica que, al reabrir la
discusión, “ellos buscan alguna explicación del fracaso del Gobierno de
Allende y del socialismo en Chile”
. Y concluye: “No tiene ninguna
razón lógica echarnos la culpa”
.
El 4 de septiembre
de 1990, Aylwin encabezó los funerales de Estado del expresidente Allende,
cuyos restos, hasta ese momento, estaban en un cementerio de la ciudad de Viña
del Mar. “Debo decirlo con franqueza: si se repitieran las mismas
circunstancias, volvería a ser decidido opositor, pero los horrores y
quebrantos del drama vivido por Chile desde entonces nos han enseñado que esas
circunstancias no deben ni pueden repetirse por motivo alguno”
, dijo
Aylwin.
El quiebre de la
democracia es un capítulo difícil para el exmandatario. En 1974, de hecho,
comenzó a escribir un libro sobre la relación de la DC y el Gobierno de la
Unidad Popular. Aunque ya lo finalizó, lo sigue revisando una y otra vez. “He
tenido dudas de la conveniencia de que yo haga público ese libro”
,
confiesa.
P. ¿Podría
reabrir viejas heridas?
R. Estoy
indeciso sobre si debo dejar que las próximas generaciones discutan estos temas
y no ser yo el que abra el debate
.
Aylwin decidió no
escribir memorias: “Siempre he sido contrario a los personalismos”.
Sin embargo, aunque no piensa demasiado en el futuro, sabe perfectamente cómo
le gustaría que se le recuerde: “Espero que mis compatriotas y la
historia me muestren como un demócrata, un chileno abierto al pluralismo,
impulsor de la justicia social y defensor de los derechos humanos”
.
*Fuente: El País







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